viernes. 29.03.2024
REPORTAJE | CALENTAMIENTO GLOBAL

Adaptarse o perecer: comienza la cuenta atrás para salvar el planeta del cambio climático

Que en la esfera pública se hable cada vez más sobre cambio climático ha derivado en un incremento de la preocupación ciudadana. En 2019, tras más de 40 años de advertencias y alarmas ignoradas, sociedades, organismos e instituciones de todo el mundo hablan de la crisis climática como el principal reto global. Sin embargo, tantos años quemando combustibles fósiles han desencadenado un círculo vicioso en el que los fenómenos meteorológicos extremos acontecen con mayor frecuencia y son cada vez más difíciles de pronosticar. Los datos empíricos presentan perspectivas poco halagüeñas para una España que no adapta su sistema productivo para forjar una economía basada en otro más sostenible.

La contaminación por tierra, mar y aire. El aumento de las temperaturas, las sequías y las inundaciones. La acidificación de los océanos, los principales proveedores de oxígeno. El derretimiento del permafrost, el hielo y los glaciares. La desertificación, la pérdida de biodiversidad y ecosistemas y las migraciones climáticas. Todas son realidades irremediablemente interconectadas, según ha advertido en repetidas ocasiones la comunidad científica.

Frente a este panorama desolador, más de 100 asociaciones y movimientos ecologistas se han coordinado para apoyar la huelga mundial por el clima, también conocida como Global Climate Strike, que arrancó el pasado 20 de septiembre y culminó el viernes 27S con una huelga estudiantil, laboral y de consumo, con movilizaciones internacionales en apoyo a la lucha climática. Esta cita con las calles en al menos 70 ciudades españolas y más de 100 en todo el mundo tuvo un seguimiento masivo. Al menos 20.000 personas de todas las edades se concentraron en Madrid para protestar contra lo que consideran "inacción política". La plataforma Rebelión 2020, que reúne a colectivos en una iniciativa de presión gubernamental a través de movilizaciones pacíficas, bautizó la jornada como “la primera oleada de acción por el clima”. Pero la iniciativa ciudadana no se queda ahí: el 7 de octubre Extinction Rebellion da comienzo a la semana internacional de la rebelión con acciones de desobediencia civil no violenta. Son fechas señaladas. Esta sucesión de protestas ha coincidido con la Cumbre del Clima en la sede de Naciones Unidas, en Nueva York (Estados Unidos) y, en las próximas semanas, los colectivos organizarán otras acciones. En concreto, los días 17 y 18 de octubre, cuando se reúne el Consejo Europeo en Bruselas para decidir sobre la limitación de las emisiones de CO2 del viejo continente hasta 2030.

“El agua va a ser muy limitante en España, y somos un país con un consumo de agua muy elevado”, explica Fernando Prieto del Campo, director ejecutivo del Observatorio de Sostenibilidad (OS), en referencia al compromiso de España con la Agenda 2030 de la ONU para el Desarrollo Sostenible, que se basa estos 17 objetivos. El también doctorado en Ecología, profesor universitario e investigador de políticas públicas apunta que las medidas de los países en la Cumbre del Clima “tienen que ser mucho más vinculantes y aplicables para el 2019, no para el año 2050 o 2030”. Admite que el Acuerdo de París de Naciones Unidas (COP21, 2015) ha “cumplido su función inicial” y asume que el siguiente paso dependerá de las políticas ambientales europeas, que hasta el momento se han articulado sin demasiadas concreciones.

Si España liderase esta transformación, sería a través de “un gran pacto verde con las CCAA, empresarios y ciudadanos”, sostiene Prieto. Sin embargo, lamenta que en España estas medidas adolezcan de superficialidad y cortoplacismo, y reconoce que “hace mucho tiempo que no hay políticas (ambientales) realizables serias”. A pesar de que estamos en una “situación de absoluta emergencia climática”, solo se está hablando de “adaptación”. “Realmente no se están acometiendo las actuaciones necesarias para adaptarnos al cambio”, tal como explica en este artículo colaborativo con el coordinador estatal de Extinction Rebellion España, Nicolás Eliades, en el diario infoLibre

Mientras el gasto en I+D es mínimo, pues representa un 1,19% del PIB en datos de 2018, la economía tendrá que replantearse de arriba abajo para convertirse en un modelo socioeconómico basado en la sostenibilidad. Este esquema debería incorporar planes para poner tejados solares en todas las edificaciones del país, depurar al 100% las aguas residuales, desarrollar el transporte público e ir retirando poco a poco los vehículos privados de las ciudades a la par que planifica anillos verdes alrededor de las urbes. Son "actuaciones que no se están llevando a cabo", precisa. Todavía hay muchas fuentes de residuos que “no se están gestionando, empezando por los plásticos”.

En este sentido, desde el centro de referencia que dirige, advierte de que las 10 compañías españolas más contaminantes –encabezadas por Endesa, Repsol-Petronor y Naturgy– son responsables del 62% de las emisiones fijas de gases de efecto invernadero. Prieto reconoce que dichas compañías, que ahora se anuncian como comprometidas con el medio ambiente, han disminuido sus emisiones, pero “mucho menos de lo que debieran, porque deberían descarbonizarse por completo”. “Tampoco estaría mal que las empresas energéticas y petroleras asumieran su responsabilidad, e incluso que destinaran una parte de sus beneficios a solucionar los efectos que han ocasionado y siguen ocasionando sus emisiones”, apostilla Prieto. 

El director ejecutivo del Observatorio de Sostenibilidad asegura que no hay ninguna posibilidad de rebatir con datos las evidencias recogidas durante tantos años. Aparte de los fenómenos meteorológicos extremos, se prevé que sigan aumentando las temperaturas hasta 2,6ºC en 2050 por la creciente concentración de CO2, pero “no hay previsiones muy claras respecto a las precipitaciones”. Sin embargo, las investigaciones señalan que la variedad de climas que todavía mantiene España podrían convertirse en uno similar al de Marruecos para el año 2100. 

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Gráfico de la evolución de las temperaturas en España hasta 2.050: realizado y cedido por el Observatorio de Sostenibilidad. 

Sobre ejemplos concretos en materia de gestión del agua y economía circular, el CEO del OS asegura que se deberían “examinar con mucho más detalle los regadíos” y hacer un uso “más exquisito y riguroso” del agua. Precisamente, en el país conocido como “la huerta de Europa” la alimentación es uno de los grandes motores de la economía nacional, pues aporta el 13% del PIB. “Su transformación a una industria agroalimentaria tendría que ser mucho más ecológica y con menor impacto mediambiental, menor uso del agua y pesticidas”. Y recuerda que “aún se puede usar el glifosato en España”, un herbicida resumido por la Organización Mundial de la Salud como "potencialmente cancerígeno".

Los colectivos

Preguntado sobre la reacción de la comunidad internacional frente a los datos del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) y la Plataforma Intergubernamental de Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (IPBES), el militante climático y biólogo por la Universidad Complutense de Madrid, Miguel D.C., sentencia que “la época de hablar ya pasó” y que lo principal es que “gobiernos y empresas depuren sus responsabilidades”. Los ciudadanos, defiende, deberían ser conscientes del escenario actual e “intervenir desde su posición” ya que tienen más posibilidades de convertirse en los motores del cambio. ¿Cómo? Exigiendo que se cumplan medidas concretas para mitigar las consecuencias de la crisis climática, que ya no tiene vuelta atrás.

Como miles de activistas climáticos, se muestra reticente hacia los compromisos adquiridos entre los mandatarios del mundo desde el COP21 hasta la última Cumbre del Clima (COP25): "Son una mera declaración de intenciones”.  “Aunque aceptásemos que no podemos superar los 2ºC tal como marca el Acuerdo de París, la comunidad científica ha avisado de que el punto crítico se encuentra en 1,5ºC”. Precisa que el debate público solo se centra en la transición energética “cuando hay que remodelar todos los aspectos de la economía”. Por eso desde organizaciones como Extinction Rebellion o Amigos de la Tierra se pide a los gobiernos que atiendan a las evidencias científicas. Desde las organizaciones ambientalistas asumen que actúan como altavoz de los científicos, algo que unido al poderío de las redes sociales puede explicar el masivo seguimiento de la huelga mundial por el clima: “Hay un caldo de cultivo que son muchos años de movilizaciones de muchas organizaciones ecologistas”.

Así, a partir de una vasta cantidad de datos empíricos, colectivos, activistas y manifestantes medioambientales amplifican los peores pronósticos de la ciencia mientras apuntan a los organismos internacionales, gobiernos nacionales, regionales y empresas como los principales responsables de la situación de insostenibilidad actual. Les exigen transparencia, compromiso, acción y solidaridad a partir de medidas concretas: declarar el Estado de emergencia climática, evitar por todos los medios que la temperatura global se incremente por encima del 1,5ºC, articular un Pacto de Estado sobre la crisis climática, cambiar radicalmente el modelo energético para apostar por uno 100% renovable y acometer el cambio preservando la justicia social en favor de los más vulnerables. 

Una transición de estas características no se podrá lograr sin el aumento de la investigación científica independiente y el respaldo de políticas económicas públicas. Los colectivos ponen el acento en la necesidad de cambiar el modo en que se producen, distribuyen y consumen los alimentos, que por otra parte vienen envueltos en plástico. La transversalidad del cambio climático radica en que es “una toma de posiciones en todos los aspectos”, desde las políticas energéticas, a las agrícolas, las alimentarias, las de movilidad y transporte, y que debe comprometer a todos los niveles de gobierno. Entonces, empezaría lo que Fernando Prieto llama “una gran revolución verde”.

Adaptarse o perecer: comienza la cuenta atrás para salvar el planeta del cambio climático