viernes. 19.04.2024
ENTREVISTA | HUMOR

"No existen límites para el humor, es ponerle puertas al campo"

Raúl Cimas (Albacete, España, 1976) es un humorista de lo absurdo, parte esencial del famoso “Cuarteto de Albacete”. Ha llovido años desde sus primeros monólogos en Paramount Comedy y sus papeles en La hora chanante, allá por 2001, pero su humor no caduca y su risa se mantiene fresca. De sus manos han salido —y por sus manos han pasado— guiones de teatro, cine y televisión, y desde 2017 surca la ola como colaborador de Late Motiv, el programa de Andreu Buenafuente. Aún así, admite que “el arte tiene intención de perdurar, mientras que la comedia muere esa misma noche". Nos recibe en su casa de Madrid, junto al río Manzanares, en las últimas tardes del verano. Conversamos con él para conocer mejor a la persona que se halla detrás del humorista y para averiguar el porqué de su último libro.
Raúl Cimas, durante una entrevista con Clara Arias | Dani Logar
Raúl Cimas, durante una entrevista con Clara Arias | Dani Logar

Te licenciaste en Bellas Artes junto con Ernesto Sevilla y Joaquín Reyes. Cuéntanos algo de tus inicios, ¿compartíais piso?

De hecho, no me licencié. Yo no sé si Ernesto la ha acabado, a mí me quedan dos asignaturas. Y Joaquín iba no sé si un año o dos por delante. Entonces Ernesto y yo sí que coincidimos. Claro, compartimos habitación en una residencia universitaria con otro compañero. Y luego Julián y Ernesto sí que vivieron juntos un año. Joaquín vivía con el Borra (Enrique Borrajeros), que es el que te digo que hacía los dibujos y las canciones.

¿Cómo fueron aquellos años en que se iba fraguando el Cuarteto de Albacete?

Eso surgió en Madrid... A Ernesto le dan el trabajo en la Paramount y entonces lo contratan de guionista. Le asignan la función de buscar cómicos, gente que se atreviera a hacer monólogos… Y Ernesto, en una mezcla de amistad y locura –y de vaguería, por no buscar más– dijo: “Llamo a mis amigos, les busco un trabajo, les doy dinero, y ya no tengo que quedarme yo por ahí buscando a otra gente”. Así es como surge, y luego llega Joaquín y le ofrecen hacer La hora chanante, un programa de sketches, que era una frikada increíble.

¿En qué momento te diste cuenta de que eras gracioso, que la comedia era lo tuyo?

Supongo que sí, que soy gracioso. No creo que sea esa la clave. Creo que siempre me ha gustado reírme, mucho más que ser gracioso. Y he sacrificado muchas amistades de gente que merecía mucho la pena por otras personas que no la merecían, pero he estado en situaciones con gente muy graciosa. Lo que más me gusta en la vida es sentarme con unos amigos y unas amigas, y partirme el culo de lo que pueda, de lo que sea.

"Como si la estupidez no fuese algo en lo que haya que reflexionar. Tú eres idiota y ¿qué puedes hacer? ¿Dejar de serlo? No, eso no es posible. Lo que hay que hacer es pensar bien qué me pasa. Llegar a lo más hondo de tu estupidez para entender el problema."

¿Por qué la ilustración, dirías que te pierden los chistes gráficos? ¿Tienes algún referente?

Sí, un montón. No sé si me parezco a alguien en concreto, pero me gusta un montón el género desde niño. Me gustaba mucho la revista La Codorniz. No porque me pillara en la época, sino porque la he releído. O el tipo de dibujos que hacían Tono y Mihura, de la otra generación del 27. Gila tiene un montón de dibujos bien hechos. El Jueves me encantaba. Martín Morales. Me encantaba Ham. No sé, el cómic, el dibujo y la ilustración me encantan. Mingote, El Perich, El Roto, Forges… ¡Forges era la hostia! El humor de Gallego & Rey... Tengo un montón de libros. Luego te los enseño, tengo la prueba.

Dibujaste para crear Prodigios, un libro de ilustraciones brutalmente disparatadas. ¿Cómo conseguiste engañar al editor para que te lo publicara?

Es al revés: fue el editor el que me convenció a mí de que eso se podía publicar. Eran los retales de un cómic de algunas historias y pensé que estos dibujos molarían por sí solos. Quería hacer un bestiario medieval, y ahora parece un misal con un diseño muy guapo.


Raúl Cimas, durante una entrevista con Clara Arias | Dani Logar
Raúl Cimas, durante una entrevista con Clara Arias | Dani Logar

En tu libro hay una referencia constante al año 3.000. ¿Cómo te imaginas el futuro?

Con gente subida en plataformas flotantes, aunque lo básico sigue ahí. Los encierros de sanfermines, si vienen los toros, pues cada uno en sus plataformas, persiguiendo a la gente, que también va en plataformas. La llegada de la novia a la iglesia al altar con el padre sería igual, pero con plataformas. Y los niños que le llevan el velo, en otras plataformas más pequeñas detrás. Es el tipo de humor que quería hacer.

¿Cuánto hay del director de cine José Luis Cuerda en Prodigios?

¡Un montón de cosas! Ese humor siempre me ha fascinado realmente: el surrealismo… Como empieza Total, que dice: “Esto es Londres”. En un pueblo de por ahí, de La Mancha, perdido y medio en ruinas. “Esto es Londres”, después de una hecatombe nuclear. Cuando vi Amanece que no es poco, flipé con solo pensar que había una película así: hecha en España y en aquellos años. Es surrealista, ya no tanto porque Cuerda hubiera escrito esa historia —que también—, sino por la gente que leería ese guion por primera vez y diría algo como: “Sí, veo esto, vamos a hacerlo, vamos a poner dinero y vamos a enterrar a gente aquí”. Gente que crece en la tierra, y el otro, que está ahorcado y sigue hablando, y el otro diciendo: “Me voy a sacar la chorra”. Claro, como que no funcionó. Recuerdo algunas críticas malas de la película. Pero luego, fíjate, tiene un grupo de fans que se hacen llamar "los amanecistas". Esto es de Cuarto Milenio: ¡Tachán, tachán…! ¡Se hacen llamar los amanecistas! Y se van por ahí, por Albacete —porque Amanece, que no es poco está rodada en pueblos de Albacete—, y se van por allí. Y existe la ruta de Amanece, que no es poco, y hay gente que la recorre desde mucho tiempo. Que eso lo consiga una película es rarísimo. Me hace pensar en lo importante que es la valentía: la confianza en que ese disparate que a ti te hace reír pero que no puedes explicar…

  —¡¿Con esto qué has intentado decir?!
  —¡Nada! He intentado hacer reír, ¡cojones! ¡No busques más…!

Aquí, en España, hay cosas muy buenas en el surrealismo. Javier Poncela es la hostia. Yo leí Eloísa está debajo de un almendro, claro, me obligaron en el instituto o en el colegio… Es un disparate también, pero me descojoné, me acuerdo perfectamente aunque era un crío.

"Condenar la opinión de otras personas es muy peligroso. ¿Y no condenarla significa estar de acuerdo? No, no. ¿Defenderla? Tampoco. Pues a lo mejor dice cosas con las que estás de acuerdo o no, pero a mí me la suda"

¿Prodigios tiene algún fondo o es pura estupidez?

Lo dices como si la estupidez no fuese algo en lo que haya que reflexionar. Tú eres idiota y ¿qué puedes hacer? ¿Dejar de serlo? No, eso no es posible. Lo que hay que hacer es pensar bien qué me pasa. Llegar a lo más hondo de tu estupidez para entender el problema. A ver, hay pensamientos de los que puedes extraer un mensaje más profundo que de otros. Muchas veces he pensado en un tío que tiene alas y puede hacer un montón de cosas…Toda la existencia del increíble hombre-pájaro (un personaje de Prodigios) en Instagram se reduce a poner en las fotos: “En la fiesta de no sé quién, apoyando el cine español”.

En ocasiones, haces referencia a tu infancia. ¿Cómo eras de pequeño?

Mi madre dice que era muy malo. Se repite muchas veces: el primero sale muy bien y luego llega la maldición. Se ve que mi hermano Jesús era muy bueno. A veces creían que le había pasado algo de lo poco que lloraba. Cuando yo llegué, en cambio, se acabó la paz en la casa. Mi hermano dice que abría los armarios y sacaba todo, y luego me iba corriendo. Disfrutaba haciendo el mal, eso sí, en pequeñas dosis.

Y ahora que has crecido, ¿lo haces en grandes dosis?

¿El mal? Sí. En grandes dosis, no. Lo sigo haciendo en muy pequeñas dosis, sigo haciendo pequeñas travesuras. Yo creo que todos tenemos que hacerlas.

¿Existen para ti los límites del humor? ¿Cómo los sorteas?

No, no existen los límites para el humor, eso es ponerle puertas al campo. Siempre alguien se puede sentir ofendido por un comentario, pero ofender, en cualquier caso, no es delito. Insiste uno: "No, yo me siento ofendido". Y puf… Lo único que le puedo decir es que no lo he hecho para ofender sino para hacer reír porque esto existe, porque de esto se habla en la calle… ¡O porque me he equivocado! ¡¿Qué quieres que te diga?!

"Siempre hablan de otra gente. No, no, háblame de ti. Que alguien vaya y lo denuncie diciendo: 'Yo era una persona que quería mucho a los gitanos y, después del monólogo de Rober Bodegas, me he vuelto un racista'"

Decía Vigalondo que también podíamos hablar mal del público que se ríe en esas circunstancias.

Me acuerdo de John Cliff. “Hemos visto que a veces haces un humor un poco antisemita”, le dicen en una entrevista. Y dice: “¡Yes!”. Hace aspavientos, como si le ofendiera lo corto que se había quedado, porque no era solo un humor antisemita: también era un humor homófobo, antinegros, antigais, antilesbianas, antipolíticos, antipersonas, antiveterinarios, antiperros, antigatos, antitodo.

  —Ese chiste es un poco machista.
  —Pues sí. Y tú has hecho hace poco uno feminista, y entiendo yo que, cuando dices que le cortarías la polla a no sé quién, ya sé que no es verdad.

O “si te cojo, te mato”. Si nos ponemos así, hay que saber que muchas madres les dicen eso a sus hijos y que pueden acabar en la cárcel.

¿Es un chiste?

No llega, es más bien un comentario. Pero si lo analizas fríamente... Imagina que lo pones en un tuit. De repente alguien dice que se trata de “una madre que amenaza con matar a su hijo”, pones una música ruidosa y la peor foto que encuentres de una señora –así, en blanco y negro, y muy pixelada– que lleva muchos años sin poder hacerse una foto siquiera. Ahí –¡¡bam, bam, bam, bam!!– con la mirada y el zoom sobre sus ojos: “Amenazó a su hijo con que lo iba a matar”. Si te lo cuentan así… esa señora acaba en la cárcel. “¿¡Si te cojo, te mato!?”... Vamos, ¡mi madre tendría cadena perpetua! Porque no sólo lo decía, sino que alguna vez lo intentó cumplir.

¿Entonces por qué hay polémica?

Si a esto se le busca la polémica, no es porque no se entienda, es por puro aburrimiento. Estoy seguro. Por ganas de hacer un poco de show. ¿Tú crees que una persona entra a un monólogo de Rober Bodegas sin tener ninguna opinión mala de los gitanos, ve el monólogo y sale de ahí siendo una persona antigitana? Es imposible, es imposible. Muchas personas dicen que “es que la gente puede verse influenciada”: siempre hablan de otra gente. No, no, háblame de ti. Que alguien vaya y lo denuncie diciendo: “Yo era una persona que quería mucho a los gitanos y, después del monólogo de Rober Bodegas, me he vuelto un racista. Y vengo a denunciarlo”. Claro, que alguien admita “me ha pasado eso...” es insólito. Pero siempre le pasa a otro. Es algo así:

  —Es que la gente se puede ver influenciada.
  —Pero tú no, porque tú eres listo y la gente es tonta, ¿no?

Nunca hablas de política. ¿Es por alguna razón en concreto?

Nunca, porque tampoco me motiva, ni siquiera con mis amigos. Me interesan otros aspectos de la vida. También cuando haces humor político entras en otra categoría que es la sátira o es… no sé. Parto de la base de que no soy una persona cuya opinión política sea importante.

En muchas ocasiones te hemos visto imitar, con más o menos rigor, a personajes históricos, a famosos de actualidad… ¿Qué político te inspira más para hacer humor?

¿Rigor? Rigor, ninguno. Pero todos me inspiran. Han surgido situaciones esperpénticas porque también ha habido un malestar muy grande con los políticos. Esos berenjenales en los que se metía Mariano Rajoy hablando, que no significaban nada… Supongo que él mismo, cuando esté relajado en su casa y se vea a sí mismo, se tendrá que reír y se preguntará: “¿En qué momento…?”. Lo del alcalde y el vecino no tiene ningún sentido, y ya está. Pero son cosas humanas que te pueden pasar a ti, quiero decir, que te líes hablando. Tampoco consumo demasiado humor político. Prefiero ver otras cosas. Veo comedias de Billy Wilder: un desgraciado que tiene un apartamento y se lo tiene que dejar al jefe. Esa situación me motiva mil veces más. Me interesan más las vidas normales de las personas de a pie que lo que piense Albert Rivera sobre los lazos amarillos.

Raúl Cimas, durante una entrevista con Clara Arias | Dani Logar
Raúl Cimas, durante una entrevista con Clara Arias | Dani Logar

¿Qué relación encuentras entre el arte y la comedia?

No lo sé (se abre un silencio de 14 segundos)... Las dos cosas salen de un esfuerzo inútil. El arte tiene —en esencia— intención de perdurar, mientras que la comedia muere esa misma noche.

¿Qué opinión te merece que haya cantantes de rap o tuiteros que puedan ir a la cárcel por sus canciones o por sus tuits?

Que no puede ser. Lo mejor que la Humanidad ha conseguido es que la gente pueda opinar sobre lo que le dé la gana, aunque a algunos no les guste. Condenar la opinión de otras personas es muy peligroso. ¿Y no condenarla significa estar de acuerdo? No, no. ¿Defenderla? Tampoco. ¿Defender lo que ha dicho? Pues no. Pues a lo mejor dice cosas con las que estás de acuerdo o no, pero a mí me la suda. Que cada uno diga lo que le dé la gana. Con todo lo que hay por ahí…

¿Y dónde prefieres estar? ¿Delante o detrás de las cámaras? ¿Detrás del micro? ¿Con un lápiz en la mano? ¿Dónde te sientes más a gusto?

A estas alturas ya del panorama, con un lápiz en la mano, porque al final son muchos años y la comodidad de estar en tu casa oyendo música que te mola y dibujando, en vez de estar en el tren, pa’arriba, pa’abajo... Yo soy consciente de que nosotros, los cómicos, tenemos la suerte de vivir una experiencia de puta madre, que es estar en un escenario y que te vea mucha gente. Pero prefiero “estar a gusto” en mi casa.

Tu cuenta de Twitter es @picuetín. ¿Cuál es su significado?

Picueto es una expresión de Albacete. Quedarse "picueto" quiere decir que te ves sobrepasado por algo que has visto o te ha ocurrido y, por lo tanto, inmóvil y sin posibilidad de reacción. Te quedas picueto. Y no sé por qué elegí eso. Lo mismo por lo que un tío que se llama Álvaro Benítez acaba llamándose Alvarroz: pues porque estaba hasta los cojones.

Entrevista: Clara Arias | Fotografías: Dani Logar | Edición: Sofía Torres
"No existen límites para el humor, es ponerle puertas al campo"